samedi 6 juin 2009

5 palabras



Mirando hacia atrás, encuentro un pequeño rincón de paraíso, isla de dulzura y felicidad. Mis abuelos lo llamaban Cambrils, para mí era allí, allí donde podía correr riendo a carcajadas, allí donde podía soñar horas enteras y leer libros y libros sin que nadie me molestara nunca.
Si me dijeran que de las palabras de un diccionario escogiera cinca y, valiéndome de ellas hiciera una descripción de urgencia o explicara algo relacionado con aquel pueblo, sería imprescindible que escogiera la palabra agua antes de ninguna otra.
Agua. Mar por todas partes, hasta el horizonte, hasta lo invisible. Siempre me gustó el mar. Cuando era muy pequeña, miraba su baile liviano, protegida por la ternura de los brazos de mi abuela. Hoy, me siento en la arena y nada. Sólo perder mis ojos en aquel azul de vida. Mi abuela se ha ido. El mar ha permanecido. “Todo pasa y todo queda...” Agua... incluso murmurar esta palabra resulta agradable. Agua... Porque aquel pequeño rincón de paraíso no hubiera sido tan mágico sin aquella fuerza ligera, sin aquella dulzura revoltosa. Cada día era distinto. Porque miraba el agua. Porque soñaba con agua. Porque me hundía en el agua... No había encontrado otro remedio para volar. Y cuando mi abuela me preguntaba por qué tanto me gustaba el agua, por qué pasaba horas enteras o en la playa o entre sus olas, la miraba con aire muy serio – el aire muy serio de una niña de 4 años – y ; riendo a carcajadas en sus brazos : “¡ Porque soy un pescadiiiitoooo !!!!”
Todo era azul. Azul, azul, mar azul, mar furioso y turbulento, mar apacible y sosegado, mar infinito y hermoso... mar azul.
En segundo lugar, tendría que escoger la palabra “sonrisa” porque allí, todos me parecían felices. Quizás tuviera esta impresión porque lo veía todo con ojos ingeniosos, con una mirada inocente pero sólo recuerdo aquellos rostros alegres que formaban parte del encanto. Mi abuela, con su piel morena y su acento argelino era para mí la misma encarnación de la felicidad. Tenía los ojos más bonitos de la tierra. Los míos sólo eran azules, quizás un poco tristes (aunque siempre estuviera riéndome) pero los suyos... No sé cómo expresarlo con palabras. Casi eran negros, un negro hondo en los que brillan y bailan las estrellas, miles de estrellas ; estrellitas de alegría, de ternura. No sonría con su boca sino con sus ojos. Mi abuela era una sonrisa. Mi abuelo se reía. Y compartíamos el mismo paraíso.
Las tres últimas palabras serían sol, calor y puerto. Porque incluso cuando llovía el sol estaba, porque nunca tuve frío allí y porque todos los días iba andando al puerto ; mi manita en la pata de oso de mi abuelo... a ver los barcos que regresaban del alta mar.
*

1 commentaire:

Anonyme a dit…

Oh ça sens l'exercice d'espagnol, n'empêche que c'est une super idée, sauf que je pense que le miens est bourré de fautes, dommage ^^