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Yo cobraba de sus ojos – de los de ella – lo que me estaba haciendo falta en los míos azules : un tifón de negrura violentísimo que supiese sorberse a tiempo todas las sombras, frías o ardientes, que revueltas plásticamente nos ofrecía la noche a borbotones, desbordadas de sus vasos de ébano. Y ella aprendía de los míos azules, lo que ignoraba todavía : a copiar el nacimiento azul, purísimo, emergente entre el nuboso lecho de la aurora, del río feliz que cada mañana venía a ponerse ante nosotros y como al alcance de la mano.
Vicente Aleixandre
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